lunes, 20 de mayo de 2013


Fragmento II a modo de introducción.   

Este trabajo intenta reconstruir un proceso que desde ciertos puntos de vista se muestra en la historia de la República de Colombia cómo contra - revolucionario, reaccionario y hasta antipatriótico,  que ha creado, desde los que hacen la historia, un inmenso mar de manifestaciones de repudio, asociadas a una imagen desdeñosa y estigmatizaste que se fue consolidado como dice Jairo Gutiérrez, en un solapado desprecio “Nacional”[1], expresado a través de chistes y burlas que ponen en duda la inteligencia de los habitantes de Pasto y resaltan en cambio su ingenuidad y rudeza[2], un estigma histórico que vive en la memoria de sus habitantes actuales.

 La historiografía tradicional ha mostrado a la provincia de los Pastos como un pueblo a todas luces atrasado, manipulable y obcecado en una idea completamente equivocada: la del fidelismo, “Al muy amado y deseado Fernando VII”. Un pueblo salvaje, primitivo, que motivado por el poder local y desde los púlpitos de las iglesias  fue llevado casi a su destrucción total. En suma  una estirpe que vivió  a un ritmo diferente y en contravía[3] de un contexto histórico que no entendió, en el que la dinámica de la historia puso como un estadio fundamental del desarrollo de los pueblos la revolución o más bien el rompimiento de los lasos coloniales y la rebelión contra los poderes imperiales, que primaron frente a los intereses locales y en sobremanera a los intereses de los pastusos que no entendían y no aceptaban el cambio.

La percepción que se ha tenido de la actitud pastusa, (de ahí puede ser en gran medida la visión de Pasto como una región ignora, atrasada o bruta) frente al fenómeno independentista es de un país a contracorriente de la dinámica ineludible de la historia. Es la de un pueblo que no supo interpretar el cambio que tanto en Europa como en América se estaba gestando, es la de unos hombres “bárbaros” que no quisieron asumir su compromiso histórico.  Esta es, a grandes rasgos, la visión simplista y oficial que se tiene de tal momento de nuestra historia y en particular del realismo “fatídico” del que se acusa a los pastusos.

Pero cuando el investigador de la historia, hace un acercamiento a las fuentes históricas, las cosas toman un cariz diferente. Hay que entender, que incluso hasta hoy, el discurso histórico de nuestra Colombia ha sido estudiado, analizado y escrito por intelectuales que han sido parte esencial del establecimiento. Investigadores que se han interesado fundamentalmente por refrendar el discurso hegemónico de la independencia. Discurso hegemónico que lamentablemente aun pervive.

La razón para aquella visión voluntariamente deformada de la historia la podemos encontrar "quizá” en el exacerbado eurocentrismo que ha permeado a dichos hombres incluso 200 años después del hecho.

Es pasmoso que entrando el siglo XXI, cuando la historia como ciencia ha avanzado hacia el estudio de las mentalidades, hacia la visión del otro o de la otredad, donde el discurso de la subalternidad ha tomado tanta fuerza, algo tan esencial para entender el fundamento de las campañas del sur, como la historia de Pasto en las guerras de independencia no haya sufrido cambios en su interpretación.

La arrogancia y prepotencia del discurso occidentalista, liberal e ilustrado, que desde Europa emanaba chocaba frontal mente con la actitud pro realista y de defensa de la monarquía que la región de Pasto decidió tomar.

Hay que buscar un acercamiento a una nueva mirada, de hilar delgado en lo que ocurrió en La Ilustre Ciudad, Justicia y Regimiento de San Juan de Pasto, de argumentar para entender por qué jugo el papel antagónico en las guerras de independencia, porqué se comporto como se comportó: eso es lo que intentaremos encontrar.              
     
Hay sobre todo desde la historiografía regional de Nariño, una  apología a su posición, claro está con algunas excepciones, su papel en la historia de las gestas libertadoras se ha transmitido a través de la oralidad sobre todo cuando hablamos de la heroica obstinación con que mantuvo su fidelidad a una causa perdida y a un rey lejano y desconocido; las circunstancias con que mantuvo en su territorio 15 años en jaque a las fuerzas republicanas, derrotando reiteradamente a ejércitos que muchas veces le superaban en número y que no ahorraron recursos y esfuerzos para doblegarlo y someterlo hasta casi la aniquilación total.

La fuerza de la resistencia Pastusa recae fundamentalmente en sus oponentes, en este  primer estadio revolucionario que es principalmente civil, el conflicto se basa principalmente en intereses económicos, políticos y el más importante a mi parecer, territorial. La violación de la soberanía municipal y jurisdiccional que inició con la junta Suprema de Quito, marcó precedentes en la política del Cabildo de Pasto a futuro, determinado  su actuar, llevándolo en una sola voz junto con el pueblo llano, a protestar contra lo que consideraban una traición a la corona y a los leales vasallos de España, un delito de “lesa majestad”; al mismo tiempo resistiendo a la idea de ser dominados, y a la sujeción política, administrativa o económica[4], por los que ellos consideraban iguales y solo querían usurpar el poder de las instituciones monárquicas.

La idea de indagar en el realismo pastuso nace principalmente de la cantidad de debates que existen al respecto, pero que lastimosamente se quedan en las academias regionales de Historia, principalmente en el suroccidente Colombiano, además, el menosprecio de algunos autores por los documentos primarios hace que las versiones sobre Pasto y la independencia, queden a medias.

En el primer centenario de la Batalla de Bomboná en 1922, un joven estudiante pastuso llamado Jesús Absalón Martínez, refleja fielmente la mentalidad de los pastusos frente a la visión deformada que tiene el país sobre su actitud frente a las guerras de independencia.

“Viéndose olvidada de todos, menos del odio, se propuso levantarse por sus propias fuerzas y altiva fijó la mirada hacia arriba y siguió su senda, sin preocuparse de que en el Norte torcían su historia y no pudo gritarles ¡alto!, no es así; porque entonces para nada contaban con ella. (...) Y sus hijos escolares, para aprender a escribir, tenían que hacerlo en pencas de cabuyo y en arena. Guardaba silencio Pasto y por consiguiente los historiadores afirmaban que sus narraciones eran verdaderas, porque con el silencio les aprobaba. Y estos pobres hijos expósitos, en el año 1831, comenzaban a construir una imprenta de madera, mas, no para defenderse, ni comunicarse con el resto de la república, pues estaban abandonados y tampoco sus hermanos no querían saber nada. No ¡Me equivoco! Sí, si querían saber sus defectos, pero no para corregirles, sino para exhibirlos como un pueblo miserable y hacerlo odiar, aun más, de lo que ya lo odiaban. Así lo hizo el Señor José María Cordobés, y como él muchísimos otros a quienes se los ha obsequiado la hospitalidad; y ellos como Judas besaron a nuestra ciudad y con sus escritos la vendieron al populacho”[5].

Aun en la cultura popular en la ciudad de Pasto se refleja con desdeño y sinsabor el imaginario nacional sobre ellos. Inclusive en representaciones artísticas, como el teatro, la danza, la música, en las festividades y el magno Carnaval de Blancos y Negros; canciones como con la que empezamos este trabajo, “y soy Pastuso y que” y otras.

La revolución de independencia triunfo en gran medida por el colapso militar y político de España, más que por el merito de los revolucionarios criollos,  es imposible y obvio que se hubiera desarrollado una conciencia nacional en tan poco tiempo, conciencia que muchos de los autores reclaman a los pastusos sobre todo al criticar las decisiones tomadas por el Cabildo en la primera etapa de la gesta revolucionaria, los errores cometidos fueron para el momento un llamamiento a no doblegarse. El poder cultural y de las tradiciones regionales primaron frente a la imagen de nación que se quería consolidar, en el caso de Pasto por la fuerza de las armas; la patria boba es la muestra insignia de esta manifestación en la cual casi todas las regiones y ciudades neogranadinas se declararon repúblicas independientes y, en algunos casos, les declararon la guerra a sus vecinos[6]. Antes de ser Granadinos o Colombianos, las gentes fueron Pastusos, Cartageneros, Payaneses, Quiteños, etc.…                         
El alma de este trabajo es un acercamiento en el marco del Bicentenario, a la Historia de San Juan de Pasto, a su Fortuna e infortunios en el proceso de las gestas emancipadoras Latinoamericanas, las consecuencias de su posición desde la génesis de su resistencia a los movimientos Autonomistas. 



[1] PIÑON, José Francisco, La independencia de los países Andinos, Nuevas perspectivas. USB. Quito. 2003. Pag. 135. 
[2] MONTENEGRO, Armando. Una historia en Contravía, El mal pensante, Bogotá. 2002.   
[3] MONTENEGRO, Armando. Una historia en Contravía, El mal pensante, Bogotá. 2002.
[4] GUERRERO S. Gustavo, Documentos para la independencia de los hechos ocurridos en Pasto. Imprenta del Departamento. Pasto. 1912.
[5] MARTINEZ, Jesús Absalón. “Bomboná ante la Historia, Recuerdo del primer centenario – 1822 á 1922”, Pasto 1 de abril de 1922. Inédito.   
[6] Es el caso de Quito, posteriormente Popayán y finalmente en esta primera etapa, Santa Fe de Bogotá.

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